“Un café, nada más”

Llevaba dos horas dando vueltas en la cama, sin poder dormir y sin parar de pensar en mañana.

No hacía más que recordar la situación de esa misma tarde, cerraba los ojos y la recreaba una y otra vez, porque hacía tanto tiempo que no le veía, que no hablaban, que no le tocaba…

Que esos esfuerzos que había hecho tiempo atrás por olvidarle, se desvanecieron en el momento en el que sus ojos y los suyos se encontraron, porque cuando la dijo aquel “Hola cariño” todo se detuvo. Había sido tanto tiempo esquivándole, tantos planes que no hizo para no verle , tanto tiempo sin saber nada de él porque sabía que aunque eso la iba a doler, lo haría mucho más el verle feliz y que no fuera con ella.

Aún no sabía cómo había accedido a quedar con él, no pensaba que la próxima vez que  le viera reaccionaría así, porque siempre había imaginado que le apartaría la mirada o se negaría a

hablar con él. Pero no había sido así, le había recibido como si tal cosa, como si nada hubiera pasado y fueran dos buenos amigos que hace tiempo que no se ven. Es más, se alegraba de verle (solo), sentía que necesitaba eso desde hace tiempo, que eso era algo que la faltaba. ÉL.

¿Pero por qué le daba tantas vueltas a una simple cita, si es que podía llamarlo así, para tomar un café?

¿Por qué  tenía la necesidad de volver a oír esas dos palabras de su boca?

¿Por qué no reconocía que le seguía amando, como el primer día? ¿Por qué no?

Se negaba a regresar un año atrás, no quería volver a llorar por él, a pasarlo mal, a sentirse tan mal que deseaba lo indeseable. “No, no podía ser eso” pensaba y lo repetía una vez tras otra, a modo de recordarlo y dejarlo grabado dentro de ella, pero no era más que otra mentira que ignorar, una mentira que no admitiría por el momento, porque mañana solo sería un café, nada más.

Merche.