Dicen que a través de las palabras,el dolor se hace más tangible. Que podemos mirarlo como a una criatura oscura,tanto o mas ajena a nosotros cuanto más cerca la sentimos

jueves, 5 de mayo de 2011

La mañana perfecta

Suena el despertador,  ella se despereza en la cama mientras que busca el reloj y mira la hora: las 7:00 AM.
Se incorpora y busca a oscuras las zapatillas, mientras que se levanta escucha a su madre dar voces desde la cocina avisando de que tiene el desayuno en la mesa.
Va al baño, se mira al espejo, se lava la cara para ver si consigue espabilarse, pero no funciona.
Vuelve a la habitación a coger una bata, esta noche a debido pasar frío.
Entra a la cocina y saluda a sus padres sin mucho afán, coge las galletas y se sienta en la mesa; cuando se las acaba bebe la leche que ya estaba fría, de repente se acuerda de que la noche anterior dejó los libros encima del escritorio y no había preparado la cartera, mira el reloj: las 7:17 ¡joder! cada día tarda más en desayunar.
Hace la cama, prepara la mochila, recoge los libros, busca algo en al armario y tras probarse tres camisetas coge la primera sudadera que encuentra. Va al baño, se lava los dientes, se peina, se hecha desodorante, se vuelve a mirar al espejo; definitivamente hoy no tiene buena cara.
Vuelve a mirar el reloj: las 7:43, tiene que salir ya de casa, busca las llaves, coge el abrigo, se despide de sus padres y se va.
Cuando llega al colegio ya está la profesora en clase, otro retraso más ; pero esta vez no pone excusas y se sienta, saca los libros y finge prestar atención, pero en realidad sigue pensando en lo que no sale de su mente desde hace ya algún tiempo.
Así pasan las horas hasta el recreo, por fin algo bueno, se despeja con sus amigas y cuando se da cuenta ya suena la sirena, sube a clase donde ya se han colocado las mesas para el examen de historia. Al acabar, lo comenta con los compañeros y afirma que no la ha salido demasiado bien. 
Así pasa el resto de la mañana, cansada, para ella más larga de lo normal; pero de repente le vibra el móvil y una sonrisa se dibuja en su cara apenas sin darse cuenta. Ahora el tiempo si que pasa despacio; pero por fin oye el timbre y sale pitando de clase, sabe que alguien la está esperando. Baja las escaleras de dos en dos, empujando a más de una persona y por fin sale a la calle.
Mira a su alrededor sin encontrarle y de repente la tapan los ojos, simplemente por su aroma ya le reconoce, se da la vuelta y en ese momento se siente la persona más afortunada del mundo.


Si todas acabaran así le daría igual pasar por la misma rutina día si, día también.




                                                                                                             María Velázquez *

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